La obra de César es visceral aunque racional. Su mano ha sido formada por influencias tan lejanas como las expediciones botánicas y los cuadernos de anatomía como por los movimientos más vanguardistas del manga japonés. Cada ilustración exhibe líneas seguras y sombras dramáticas que generan ese expresionismo gráfico que conecta con la médula del observador. Sus personajes son construcciones logradas a partir de la recreación de lo mundano y lo infinito de la imaginación humana: series de monstruos que habitan universos más paralelos que ajenos, dimensiones desconocidas pero en clave de realidad, sentimientos salvajes y extremos dignos del Olimpo griego.