Existe una diferencia entre la curiosidad y el asombro: mientras una busca, la otra encuentra. En la obra de Alberto ambas virtudes se encuentran y componen entre sí una coreografía lumínica que expone una realidad que se resiste a ser representada. Tensión y armonía; instantáneas de un lugar al que quizá nunca regrese pero que ya hizo suyo. Una imagen que cuenta las historias, recuerdos que recorren cada rincón del día vivido y configuran el poema.
Así luce mi tercera sombra, como un instante que sostiene un estruendo silente y permanece contenido en sus fibras, como aguijones invisibles, como un ágil sortilegio en el tacto.